En el minuto 23 de la primera parte del encuentro Argentina - Paraguay el estadio estalló con un grito unánime: “Messi, Messi, Messi”. Sólo siete minutos después, el mismo coro ensordecedor.
En el 64 el técnico Alfio Basile le dio crédito al pedido, y Messi entró como si fuese algo más que un astro de Hollywood: Estallaron fuegos artificiales y una ovación conmovedora, algo que solamente podría compararse a los momentos en que se marca un gol. Leo miró a la grada, se ajusto la cinta del pelo y medio saludó, suficiente para que la gente enloqueciera.
La “Pulga” Messi, o “Lío”, como también se le conoce a ese atacante del Barcelona, se burló del candado paraguayo en una maniobra por la izquierda y lanzó un centro que fue despejado a los pies de Javier Mascherano, quien meditó antes de disparar y la durmió en la red.
Messi se quedó al final del partido para abrazarse con sus compañeros. Buscó a Mascherano y le besó, como hizo con Abbondanzieri, se abrazó a Gago y enfiló camino hacia el interior. Nunca solo, los flashes de las cámaras del público seguían buscándole a él, ni un minuto de tregua para rendir pleitesía al mejor futbolista del torneo.
“La gente me trató sensacional pero yo no soy abanderado de la selección, sólo soy uno más de un grupo que está unido”. Leo sigue con ese mensaje humilde que le acompaña desde que llegó a la selección. “Agradezco al público que me apoye siempre pero no creo que sólo me animen a mí, ellos están con todos”.
El 'Coco' no se perdía detalle de lo que decía el Pulga. Con ese vozarrón que le caracteriza soltó que el azulgrana “la rompió, estuvo bárbaro”.
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